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Padre Marianito

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Extingue el fuego.

Prendiéndose en un fuerte verano un rastrojo cercano a la población, en propiedad de don Julio Toro. Las llamas avanzaron amenazantes hasta los primeros solares del poblado. Llamado el Padre Marianito acudió enseguida; hizo una breve oración y asperjó con agua de San Ignacio y el fuego se detuvo enseguida.

 

En otra ocasión, por no haber tomado las debidas precauciones, los dueños de una rocería, el día de la quema el fuego llegó con furia hasta los primeros ranchos de la población y en un instante los redujo a cenizas. Al llegar Marianito leyó un exorcismo y el fuego se apagó.

 

Cerdo que muere.

En un campo cercano a la población, sucedió que una madre de familia salió a una fuente un poco distante a lavar ropa y dejó a un niño de poca edad, dormido en una estera tirada en el suelo. Cuando regresó a darle vuelta al niñito, encontró un espectáculo desgarrador: un cerdo había entrado y se había comido el niño del que solo quedaban pequeños trozos de carne y hueso. A los gritos de la madre loca del dolor acudió el marido que no estaba lejos. Este, desesperado, azotó a la señora por descuidada y la condenó a llevar el cerdo, en todo momento atado a una pierna. La noticia se propagó; y al saberlo Marianito acudió al lugar de la tragedia a consolar a los afligidos padres. Al llegar, encontró a la señora sola, bañada en lágrimas y con el cerdo amarrado que halando la martirizaba de tal manera que ya tenía la pierna llagada. Después de derramar el Padre Marianito el bálsamo de sus consuelos sobre la pobre señora, se acercó al animal; con saliva le tocó las orejas y se despidió para regresar a su casa; pero aún no había montado en su bestia, cuando el cerdo dio un chillido y calló muerto.

 

Tumor desaparecido

La señora María Jesús Sosa v. de A. dice: en vida curó a un hijo mío que padecía de un tumor localizado sobre una arteria. Lo sobó con saliva y esto bastó para curarlo. También curó a una hermana mía de una mancha muy fea y grande que le resultó en la cara; se le hicieron muchos remedios pero inútilmente: el Padre la curó con solo hacer la cruz con saliva.

 

Sobre langostas

El señor Teodoro Vélez nos refiere el caso siguiente: “en una finca que mi padre Toribio Vélez tenía en la vereda de Tenche se obró un prodigio que fue muy comentado por todos los que de él se dieron cuenta: tenía mi padre una rosa de unas ocho cuadras de superficie, recién quemada y sembrada de maíz que estaba para nacer. Un día se descargó en ella una inmensa nube de langostas que después de poner sus huevos en cantidad inimaginable, alzó el vuelo. Mi padre, temeroso de que al nacer los pichones devoraran el maicito corrió a darle cuenta al Padre y este que no tardaba en ayudar al que pedía su socorro, fue a la finca el día siguiente, bendijo agua y asperjó todos los sembrados. ¡Y oh prodigio! De las toneladas de huevos que en paneles cubrían la rosa, no nació ni un solo pichón. Esos huevos sirvieron de abono porque la cantidad de maíz que produjo la cosecha fue excepcional.

 

Una caída

Muy comentado por toda la ciudadanía fue el caso siguiente: estaba un día el Padre Marianito empezando las ceremonias del bautismo de un infante en la puerta del templo, cuando de un alto balcón, a una cuadra de distancia, se cayó una niñita de tres años de edad, hija de los esposos Carlos Trujillo y Dolores Cárdenas. Antes de que se estrellara contra el empedrado, el Padre que la vio ya en el aire, le dio la bendición. ¡Y cosa rara! La niña no sufrió lesión alguna. Se llama Gabriela Trujillo C.; es hoy religiosa misionera de Santa Teresita, vive en Yarumal, y ella misma puede dar testimonio de esto. La fotografía que publicamos da la idea de la altura: unos seis metros aproximadamente.

 

Tomado de http://santuariomarianito.org/padre-marianito/milagros 

Algunos Milagros

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